La Máquina de Vapor
Junio 2016
Ambas obras se articulan a partir de relatos orales y escritos; historias reales y ficticias; interpretaciones parciales o declinaciones borrosas.
La obra de Francisca García Amaru en la Laguna Roja (2016) toma como punto de partida el relato oral sobre un lugar que estuvo oculto para las personas que no fueran aymaras hasta el año 2009, este lugar es la Laguna Roja. Esta laguna está ubicada a 3.700 mts sobre el nivel del mar en el extremo norte de Chile en una zona montañosa desértica.
La Laguna Roja debe su nombre a la pigmentación rojiza de sus aguas que podría ser producido por microalgas de este color o por la composición y mezcla química de varios elementos no metálicos que componen el agua de la laguna.
La creencia le atribuye calamidades y desgracias para quienes se acerquen al lugar sin permiso, todos estos males estarían propiciados por espíritus malignos y atribuciones diabólicas relacionados con el color del agua, visión sincrética con una marcada influencia cristiana colonial.
Las relaciones entre color, química y mitología conforman la obra de Francisca García como un esquema discursivo sobre la relatividad de la interacción en la percepción de los fenómenos visuales a través del espacio físico en que ocurren, de los elementos químicos involucrados en la generación de un color y en la relativización que la cultura hace de ellos. Esta variabilidad que es propia del comportamiento relativo del color (Josef Albers) es el eje de este proyecto, proponiendo una “traducción visual” que se desplaza en una “penumbra imprecisa”, es decir, en un espacio donde la traducción se fricciona con lo real; donde no hay total precisión entre el origen y el resultado, porque efectivamente este desplazamiento de la verosimilitud es lo esencial, lo específico y lo redituable de la manipulación visual.
En tanto, el proyecto de Mario Navarro Hablar con los Muertos (2016) que incluye una obra video doble canal y cuatro dibujos murales tiene como eje la práctica actual del Espiritismo.
El espiritismo históricamente estuvo ligado en América Latina con los grupos burgueses liberales de mediados del S XIX y principio del S XX. La influencia de ellos se manifestó en su protagonismo en la construcción de la ideas de república, moral e identidad que actualmente comprendemos y practicamos como nación en Chile. Así mismo, estas nociones han desplazado paulatinamente a “otras” formas de comprensión de la realidad y se han instalado como verdades inamovibles. Así, el espiritismo es equivalente a todo aquello que la racionalidad occidental, por ejemplo, no indígena representa. En este ámbito, la separación ente lo racional y lo irracional; lo animal y lo humano; lo visible y lo no visible cobra relevancia como acercamiento a formas de conocimiento más bien intuitivo. Las formas de exploración y generación de conocimiento que el arte realiza serían análogas o los polos más excéntricos de los binomios antes mencionados y por lo tanto se conformaría un espacio de producción regido por lo inestable, lo nebuloso o lo impreciso. El proyecto de Navarro recurre a la imagen del ectoplasma como metáfora de los flujos y las comunicaciones corporales con los muertos.
El ectoplasma se manifiesta en la práctica de los médiums a través de una sustancia de cualidades indefinidas que sale desde los orificios corporales del médium durante los momentos más álgidos del trance. Los únicos registros del ectoplasma corresponden a fotografías de fines del siglo XIX, que con seguridad son trucadas. Tampoco hay registro de que efectivamente en las sesiones de espiritismo ocurriera este fenómeno. Esto es lo que a Navarro más interesa, debido a la falta de certeza y la construcción cultural de un imaginario con raíces parasicológicas a partir de una manipulación visual.
Esta exposición es financiada por el Fondo de Desarrollo de la Cultura y las Artes de Chile y cuenta con el patrocinio de la Escuela de Arte de la Universidad Católica de Chile.