Ricardo Migliorisi

6 de Enero de 1948 · 14 de Junio de 2019

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Fue primordialmente un artista plástico, destacado en la práctica del dibujo y la pintura; no obstante, a lo largo de su vida artística experimentó con diversos medios, técnicas y operaciones: desde los «happenings» que condensaron el espíritu experimentalista y lúdico de los años 60  –cuando irrumpió en la escena artística de Paraguay–, pasando por la instalación, la performance, la gráfica, la fotografía e incluso el audiovisual. 

Integró el grupo de teatro Tiempoovillo, con el que en la década del 70 emprendió una gira internacional por varios países de América Latina; aunque esta experiencia no estuvo motivada estrictamente por la dictadura de Alfredo Stroessner, con cuyos años más duros coincidió, sirvió en parte para disuadir sus impactos represivos. La experiencia teatral de Migliorisi le llevó a desempeñarse como actor, vestuarista y escenógrafo; oficios que siguió ejerciendo a su regreso a Paraguay. 

Una faceta suya poco conocida es la de escritor, sin embargo, escribió una de las obras autónomas más voluminosas de la historia de la literatura en Paraguay, publicada póstumamente bajo el título de «713» (Asunción: Ediciones de la Ura, 2020).


En muchos de los ámbitos en que incidió, su pulsión creativa, experimental e irreverente significó una presencia disruptiva, capaz de articular estrategias visuales contemporáneas con aquellos contenidos que ocuparon, en distintos momentos de su vida, su interés y preocupaciones estéticas: tales contenidos están cifrados por la cultura de masas y el mundo del espectáculo, elementos de la estética «pop» y el movimiento «hippie», el «camp» y el «kitsch», el erotismo y el cuerpo, la diferencia y las identidades, así como los momentos lúdicos, humorados y trágicos de la condición humana, interpretados siempre con sentido dramático. 

Todos estos aspectos del universo de Migliorisi son singularizados a través de un trayecto sinuoso y caprichoso en términos matéricos y procedimentales, que oscila entre las estridencias del color –que asimila las tendencias antes mencionadas– y atmósferas más graves –que quizás ingresen a su horizonte visual provenientes de las artes escénicas, la literatura, la música y el cine–.


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Ricardo Migliorisi fue hijo de Salvador Migliorisi Tumino e Isolina Salsa Ferraris, ambos de origen italiano.

Su padre había interrumpido sus estudios para acudir a la guerra del Chaco, a cuyo término se trasladó al Uruguay para formarse como odontólogo. Migliorisi se referiría a él como un hombre bondadoso, tranquilo y muy callado: “era como un humo para mí, como un vapor”.

Por su parte, su madre era recordada como una mujer de carácter más adusto y, según Migliorisi, típicamente italiano –física y temperamentalmente–: “era una mujer muy fuerte”, diría.

Migliorisi fue el menor de siete hermanos. Su niñez estuvo muy influenciada por el asombro de las conversaciones de los adultos; las novedades de las revistas de moda y espectáculos provenientes de Europa comentadas por sus tías italianas; y el mundo del cine, al que accedió a través de su hermana mayor, con quien acudía habitualmente a las proyecciones. De niño empezó a mostrar interés por el dibujo: ilustraba las películas que veía y que le habían impresionado, para luego pasar a componer escenas inventadas de películas propias, marcadas por el mismo exceso dramático de los años dorados del cine.


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Ricardo Migliorisi estudió en el Colegio Dante Alighieri, primero, y luego en el Colegio San José. Como muchas de las personas de su generación que poseían inquietudes creativas, se formó como arquitecto en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Asunción. 

Aunque no recibió formación artística académica formal, el espacio de experimentación propiciado por el Taller de Cira Moscarda –al que asistió asiduamente junto con artistas como Bernardo Krasniansky y Alfredo Seppe– fue fundamental para el desarrollo de sus potencialidades artísticas y la canalización de su vocación experimental(1). El taller constituía un espacio catártico y de liberación a través del cual la generación de los años 70 pudo encarar un proceso no programático de búsqueda expresiva, sin el afán de actualización moderna de las décadas anteriores, sino de exploración, asimilación y asunción de operaciones contemporáneas desestabilizantes de la pacata y represiva vida del Paraguay bajo Stroessner.


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En el seno del Taller de Cira Moscarda se produjo una complicidad fundamental entre Migliorisi y Krasniansky. Juntos desencadenaron algunas experiencias performativas en 1955. La primera exposición de Migliorisi se realizó de manera conjunta con Krasniansky, en 1966, en la Galería Tajy(2). Le sucede la exposición individual «Alonso, Migliorisi y Marvila», en 1966, en el Museo de Arte Moderno, 1966. Luego, en 1968, Migliorisi y Krasniansky presentan nuevamente una exposición conjunta, en la entonces Misión Cultural Brasileña, titulada «Dos jóvenes artistas paraguayos»(3).

En 1968, Ricardo Migliorisi, Bernardo Krasniansky y Cira Moscarda realizan –en casa de esta última– el audiovisual/acción «Jayne hasta el asco», en que se condensan la transdisciplinariedad propia del Taller de Cira Moscarda, junto con las preocupaciones por el devenir contemporáneo y las influencias estéticas del pop, la cultura de masas y el movimiento Hippie. La acción se inscribe en una serie de acontecimientos artísticos a partir de la experimentación audiovisual, la creación de ambientaciones y objetos, que configuran un momento de efervescencia para la escala asuncena, en que se destacan los «happenings» como operación artística. Los ecos de esta experiencia sobrevivirían en la obra posterior de Migliorisi, y el carácter irreverentemente «camp» de «Jayne hasta el asco» resuena en el audiovisual «24 horas en la vida de Brigitta von Sharkophen» (1984), mientras que el espíritu hippie enriqueció el clima de sus pinturas con toques de exotismo influidos por imágenes psicodélicas, colores chillones y tendencias orientalistas integradas a iconografías hollywoodenses decadentes y el «pop art». Este complejo visual también asimiló libremente imaginería heterogénea, como la ofrecida por los trazos de la tradición del cómic; o bien subvirtió ideales renacentistas para construir tensiones entre el hombre y la naturaleza, a veces mediada por un erotismo que coquetea con lo monstruoso.

La relación de Ricardo Migliorisi con el mercado no es una cuestión menor en la creación de condiciones de posibilidad para el desarrollo de su obra. Desde un principio, sus dibujos y pinturas, luego sus objetos, suscitaron un interés del público, y esto fue primordial para la consolidación del acotado mercado de galerías de arte en Paraguay; el cual estaba impulsado en gran medida por el deseo suscitado por su obra. 

En cierto punto, se observa una escisión no taxativa en el trabajo creativo de Migliorisi: por un lado, se presentaba una tendencia más ornamental marcada por el manejo del color migliorisiano que respondía a las demandas del mercado; de forma paralela, y a veces convergente, su obra más exploratoria y comprometida con sus nuevas preocupaciones conceptuales, temáticas y estéticas generaba un derrotero un tanto más autónomo. Algunas de estas obras tuvieron lugar de exhibición en espacios galerísticos, mientras que otras encontraron el asilo más apropiado en instancias museales. Posiblemente las distintas series que conforman «El Gran Teatro del Mundo en V Actos» (2013), y su obra «El Gran Manto» (2018) constituyan algunos de los puntos fuertes en la veta capaz de ofrecer las muestras más contundentes de la potencia creadora de Migliorisi.


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La escritura de Ricardo Migliorisi constituye una suerte de andamiaje oculto de su obra visual. Inédita hasta su muerte –así como la obra de Cira Moscarda y Alfredo Seppe–, su prosa poética permite entrever una sincronía entre las voces del Taller de Cira Moscarda, en cuyas escrituras emerge un lenguaje lírico deliberadamente excéntrico que se condice con las aproximaciones de este grupo a la experiencia artística de los 60 en Asunción. Las referencias a la cultura popular hegemónica del cine de Hollywood antagonizan con una estética que puede emparentarse con el «camp», y que presenta hilvanes promiscuos entre registros propios del modernismo latinoamericano, los cuentos de hadas, la poesía simbolista, las vanguardias y lo real maravilloso.


NOTAS
1. Migliorisi también asistió a los talleres de grabado ofrecidos por el artista, docente y gestor cultural brasileño Lívio Abramo en la Misión Cultural Brasileña. 
2.Ricardo Migliorisi exhibe dibujos, los cuales son vendidos en su totalidad durante la exposición.
3.La propuesta expositiva de Migliorisi y Krasniansky en la Misión Cultural Brasileña desplazó la posibilidad de una exposición conjunta de Cira Moscarda y Alfredo Seppe, cuyas condiciones de realización se veían, entonces, restringidas.

REFERENCIAS
Martínez-Gueyraud, A. (2001). Ricardo Migliorisi: Fragmentos de vida. Guaraguao, año 5, n. 12, pp. 200-204.
Amigo, R. (2002). Guerra, anarquía y goce: Tres episodios de la relación entre la cultura popular y el arte moderno en el Paraguay. Asunción: Centro de Artes Visuales/Museo del Barro.
Escobar, T. & Amigo, R. (2002). Ricardo Migliorisi. Asunción: Centro de Artes Visuales/Museo del Barro.
Escobar, T. (1986). Migliorisi: Los retratos del sueño. Asunción: R. Peroni Ediciones.
Migliorisi, R. (2012). Vestir la escena: Vestuario de danza y teatro 1982-2012. Asunción: Fundación Migliorisi/Colecciones de Arte & Secretaría Nacional de Cultura.
Escobar, T. & Migliorisi, R. (1998). Trazos, trozos y laberintos. Asunción: Centro de Artes Visuales/Museo del Barro.
Escobar, T. (1983). Una interpretación de las artes visuales en Paraguay. Asunción: Centro de Artes Visuales/Museo del Barro.
Migliorisi, R. (2020). 713. Asunción: Ediciones de la Ura.