Brigitta Von Scharkoppen en el Jardín de las Delicias

Septiembre 2009

Hace 25 años Ricardo Migliorisi exhibió Brigitta Von Scharkoppen en el Jardín de las Delicias II. Era una obra conclusiva, que sumaba las prácticas dispersas y los temas variados del artista en una obra paródicamente totalizante:

 

la recuperación del espíritu lúdico de sus dibujos sicodélicos del sesenta; la escenográfica y vestuarismo teatral; la pintura narrativa de fábulas y seres imaginarios; la irrealidad de lo cotidiano como asunto; el desplazamiento de sentidos; la iconografía de la infancia; los límites entre el objeto y el concepto; la afirmación de la materia como goce; la nostalgia de las divas; las máscaras barrocas como presentación y ocultamiento; la sexualidad como una forma de locura y la obscenidad catártica.

El montaje de más de doscientas figuras de madera recortada sobre una superficie de arena relata la pérdida de la memoria de una cantante de ópera en medio de una última función. Comienza, entonces, una búsqueda de su identidad perdida sin lograrlo, deteniéndose en episodios diversos que cruzan la realidad prostibularia con la perduración de los mitos. En los estertores de las dictaduras latinoamericanas era fácil entender esta obra como metáfora de la sociedad, Migliorisi tomó buen recaudo para que no ocurriera: la simple aceptación de una narración circense, festiva de los cuerpos en la locura y de una angustiosa soledad consciente. Hoy, sin embargo, se comprende más política que la literalidad de las representaciones denunciantes. Es en el cuerpo donde se marca el terror y hay políticidad profunda en la reivindicación de su goce en los ochentas latinoamericanos.

Brigitta Von Scharkoppen es una de las piezas claves del arte camp latinoamericano, entendiéndolo como el cruce de la estética kitsch y la cultura gay. Si hay un camp – pienso en Pablo Suárez – que se afirma en la sexualidad suburbana, Migliorisi opta por una versión “consumista”, que entiende de pasajes entre Asunción, Sao Paulo y Miami y puede ironizar sobre ello desde lo bizarro y lo erudito absorbido por la cultura masiva.

Al revisar algunas fotos de la instalación de 1983 pienso en la actualidad sorprendente de esta obra, que dialoga tanto con las instalaciones complejas de los argentinos Oligatega Numeric y Provisorio-Permanente y las maquetas de Sebastián Gordín como la encantadora serie Miss Sweet de figuras recortadas del japonés Shintaro Miyake.

De esto, finalmente, se trata: que cada nueva mirada ponga en escena las relaciones que otorgan contemporaneidad. En este sentido, Brigitta Von Scharkoppen en el Jardín de las Delicias es una obra canónica.

 

Roberto Amigo 2009