50/75. Bernardo Krasniansky

Octubre 2016

Obra reciente y de archivo de Bernardo Krasniansky 50/75: Fracción de agua promedio que compone el cuerpo humano. Temblar de agua: se puede prestar del agua su movimiento, y fluir en dirección opuesta al reposo.

50/75

Obra reciente y de archivo de Bernardo Krasniansky

 

50/75: Fracción de agua promedio
que compone el cuerpo humano.

 

Temblar de agua: se puede prestar del agua su movimiento, y fluir en dirección opuesta al reposo. La imagen congelada y repetida, replica de sí, ¿cómo es que hace para temblar y sacudirse la ruina de la quietud?

 

Los cuerpos de los organismos acuáticos están hechos para malear el agua, ora para sumergirse, ora para flotar, ora para bailar al empuje del océano, del río. Heredero de esas formas antiguas, y en gran medida compuesto por agua, el cuerpo humano sabe nadar; sabe atrapar el agua con las manos o almacenarla en la boca; y, cuando el cuerpo no tiene el alcance, inventa prótesis para navegar o para guardar líquido; lo conduce por canales o lo descubre en excavaciones. El cuerpo humano es, él mismo, un torrente voraz que alberga más vida que la de sí.

 

Esta exposición de Bernardo Krasniansky, dividida en dos expedientes, reúne obra de archivo y obra reciente, articuladas en torno a una preocupación por la representación del cuerpo humano —que es una constante en la obra del artista— y la materialidad del agua —su obsesión más reciente—.

 

En la sala Cira Moscarda, sus cuerpos repetidos aparecen sobre diversos soportes, partiendo, con frecuencia, del estudio de la representación clásica. Actualizada a través de la intervención digital y capturas en tiempo presente, no pocas veces conjugada con la autorrepresentación, estos cuerpos clásicos y contemporáneos se desplazan fluidamente de la clausura del canon estético hacia un erotismo que, no pocas veces, parece suspendido en un instante siniestro.

 

Con una pulsión anacronista, Krasniansky inscribe estas formas en esquemas narrativos que contradicen la naturaleza teleológica del tiempo, actualizándolas a través de la intervención digital y capturas en tiempo presente. En ocasiones, sus personajes ilustres hacen su aparición espectral o perversa —ya sea que el negativo encontrado se positivice, o que el positivo se oscurezca a través de la negativización—. Los cuerpos, recortados en el detalle, a partir del cual se establece armazones inéditos, descubren significados disueltos en la totalidad de la forma, y que, reorganizados deliberadamente, deforman el sentido, curvándolo con ambigüedad y polisemia.

 

La copia es una de las técnicas que caracterizan el trabajo de Krasniansky: marca de una modernidad tecnológica y a la vez estética, sin embargo, las copias del artista no son fieles: inscripciones del cuerpo, y fundamentalmente del yo en el mundo, sus representaciones exhiben seres dados a una claridad, venidos al mundo a través de un destello enceguecedor y deformador, que mientras multiplica el idéntico, también lo altera, aplanando sobre la mirada el accidente de luz.

 

En la sala Isolina Salsa, Krasniansky presenta sus acuarelas: escenas sumergidas, parecen dar cuenta de la inestabilidad del agua —móvil, fluida, vaporosa o rígida—; aquélla que desde tiempos inmemoriales ha sido representada con trazos vibrantes u ondulantes, y ha sido símbolo de movimiento y transformación.

 

Las acuarelas se presentan en varias series que obsesionan de alguna manera al artista: desde los cantos rodados, cuyos contornos han sido pacientemente horadados por el agua; la posibilidad de descubrimiento de agua en el espacio —y con ésta, de vida—; o una excusa para retomar la representación clásica del cuerpo, en múltiples venus o narcisos embelesados con su propio reflejo, su idéntico invertido.

 

El componente trágico de la muestra son sus escenas devastadas: pompeyas contemporáneas, en las cuales lo que entra en erupción parece ser la modernidad, capaz de transformar radicalmente la composición de las materias, inundar ciudades y liberar aludes destructores, dejando a su paso un río de restos y ruina. Como signo astrológico, Acuario es representado con la imagen de un aguador o aguadora, una persona que porta un cántaro de agua mientras la derrama. Siendo así, ¿a quiénes nombra Krasniansky en sus venus derrochadoras que transforman, irreversiblemente, la historia y los paisajes? Vertedoras del agua, que es también refractaria, y sobre cuya superficie la mirada puede encontrarse consigo misma, o terminar ahogada, y entregada al deterioro —que es el otro nombre de la transformación—. De qué manera se siente, a través de esta humedad, la consistencia del tiempo.

 

 

Damián Cabrera

Asunción, octubre de 2016

 

Bernardo Krasniansky nació en 1951, y reside desde 1970 en São Paulo, Brasil, donde estudió artes plásticas y diseño gráfico. Su primera exposición individual data de 1966, en la Galería ILARI, en Asunción, Paraguay. En 1979 obtuvo el Premio Sudamtex, en la Bienald del Dibujo, en Maldonado (Uruguay). En 1982 el Primer Premio del Salón Nacional de Artes Visuales del Museo de Arte Moderno de Brasil. Ha participado de las bienales de São Paulo y Porto Alegre.

La copia, como técnica, y la reflexión en torno al cuerpo son preocupaciones recurrentes en la obra del artista. Sus obras se encuentran en colecciones del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro, Museo Internacional de Electrografía (Cuenca, España), Fundación Nacional de Arte (FUNARTE) (Río de Janeiro, Brasil), Museo de las Américas (Washington, Estados Unidos), Blanton Museum of Art (Texas, Estados Unidos) y en la Pinacoteca del Estado de São Paulo (Brasil).