Kuña Jeguaka

Junio 2011

La muestra consiste en un cruce entre la orfebrería tradicional paraguaya de los siglos XIX y principios del XX con piezas de la colección de la Fundación Migliorisi y el trabajo de la diseñadora contemporánea Fiorella Galli.

La eterna orfebrería paraguaya

Hace siglos que ella fascina a viajeros llegados a estas tierras. Porque sus mujeres todas -de la altiva matrona a la humilde mercadera- portan en las calles y plazas, con extraña desenvoltura,  varias libras de joyas cinceladas, martilladas, caladas, repujadas o filigranadas.  Las paraguayas aman esta orfebrería barroca o neoclásica fijada en el oro, desdeñando estilos más modernos y materias nobles (brillantes o platinos) posteriores.

En ese metal de quilates tan variados como desiguales son las clases de sus dueñas, se engarzan piedras encarnadas -gruesos corales o rubíes-, pardos topacios  y a veces, traslúcidas aguamarinas. La obsesión del carmesí invade el espectro, aunque muchas joyas populares, montadas en oro catorce, centellean pequeños cristales de roca y plebeyas crisólitas.

Adornable, enjoyable era - sigue siendo- todo el cuerpo femenino. El pelo oscuro peinado acicalado por varia peinetas, las orejas ensalzadas con pendientes de dos o tres piezas, el escote celebrado por innúmeras cuentas de collares, los dedos cargados de múltiples anillos, en manos que retienen -coquetas o piadosas- rosarios de floridas cruces. A veces,  hasta en los sempiternos pies descalzos femeninos brillan sortijas imprevistas.

Espléndida orfebrería ésta, penosamente disipada por una historia de guerras y revoluciones, o por crónicas familiares de pérdidas y urgencias. Prendado de su rara belleza, Ricardo Migliorisi las fue recuperando del tiempo y del olvido.  Su acervo ampara piezas sobrevivientes de tantas y tan frecuentes ofrendas femeninas. Y aquí están refulgiendo -los collares mbôi, los kygua verá, los pesados carretones, rosarios de cuentas, sarcillos de tres pendientes, doradas cruces y pendentifs- una vez más con su belleza original.

Mientras un coleccionista protege el antiguo acervo, la creadora Fiorella Galli da nueva vida  a la joyería clásica paraguaya. A los antiguos materiales -el oro, los corales y rubíes- ésta joven orfebre suma con notable soltura el metal argentado, las perlas, los lapislázulis y cuarzos  de variadas tonalidades.

No hesita al usar materias trasgresoras, ennobleciendo el mismo palosanto como soporte de su bello trabajo. La artista de la filigrana re-engendra así, para una nueva sensibilidad femenina, las exquisitas formas de la ancestral orfebrería paraguaya. El acervo del coleccionista y la obra de la orfebre se enfrentan en un eterno diálogo sobre la belleza, para rendir homenaje al bicentenario de una pasión: la de las mujeres paraguayas por sus joyas.

Milda Rivarola