El gran Manto

Septiembre 2018

Ricardo Migliorisi (Asunción, 1948-2019) El Gran Manto. Gobelinos intervenidos, 2018 Colección Fundación Migliorisi

Mapamundi apañado

Acerca de la obra El gran manto de Ricardo Migliorisi

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El manto, gran capa que pende sobre la espalda, constituye un atavío notable que realza la investidura de quien lo porta. En esta obra de Migliorisi, la figura se complejiza por su gran tamaño [12 metros de largo por 4 o 5 de ancho]. así como porque se encuentra conformada por fragmentos de tapices y cuelga del techo desplegándose sobre el piso hasta rematar, enrollado, en una gruesa bobina que esconde su término y sugiere una prenda ilimitada.

El manto también se complejiza por la presencia de textos bordados sobre los tejidos dispares que lo integran y, más aún, por el hecho de que los escritos corresponden a un texto poético del propio artista. El poema se presenta traducido en idiomas distintos, distantes: no solo las lenguas eurooccidentales, y no solo el guaraní, sino las orientales básicas, además del hebreo, el cingalés, el filipino, el letón, el malayo y el urdu, así como de muchas otras menos extrañas, incluido el esperanto, que pretende vanamente suplantar todas las lenguas. También figura un texto bordado en Braille, que sintetiza a su manera todas esas lenguas, más allá de sus grafías plurales.

Ante este tejido, podríamos pensar en el manto de un guerrero colosal o un dios arcaico, pero también en la figura de un tapiz-caminero interminable, tramado con todos los idiomas posibles: la alfombra del mundo, que renueva a cada paso el enigma de sus cifras tantas. El gran pergamino babélico se encuentra suspendido conformando un gran objeto tridimensional curvado en un lánguido pero firme movimiento tragado por su propio cuerpo. Dispuesto así, despliega sus imágenes y sus escritos doblemente oscurecidos [por las claves de la poesía y por la ajenidad de los lenguajes].

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Los tapices se encuentran confeccionados mediante la técnica del patchwork o la del quilt, uniendo fragmentos de piezas seccionadas de manera azarosa. Un tejido de arpillera sirve de soporte a las partes bordadas que configuran una textura heterogénea y desigual, inestable en su constitución y contradictoria en las narrativas que respalda. Los retazos cosidos sobre la arpillera usurpan el valor visual del espacio que ellos parasitan: sus breves escritos, mediados por lenguajes desconocidos, no terminan de encajar adecuadamente en el formato que habilita el soporte y complejizan aún más la enrevesada escena de la representación de Migliorisi. Una escena que carece de áreas centrales y desconoce jerarquías técnicas y temas privilegiados. Una escena que, conformada en su mecanismo ficcional por planos azarosos y fluctuantes, no llega a completarse y deja abierto su desenlace.

La mayoría de los retazos corresponde a réplicas baratas de gobelinos. Dado que éstos desarrollan determinados contenidos narrativos, la unión aleatoria de los segmentos produce un relato visual entrecortado: son imágenes intermitentes que pujan por su propio puesto hasta conformar una extraña unidad, sobresaltada por las diferencias pero afirmada por las gamas pasteles, los matices sienas y ocres y los contrapuntos azulados y verdosos, que recuerdan las modulaciones tonales del gobelino original. El manto adquiere un solemne concierto, refrendado quizá en su reverso por los desconocidos [por los enmarañados] vínculos que trama el bordado en la parte escondida de la imagen.

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El manto adquiere una irrefutable belleza: logra que sus diferencias resplandezcan por un instante, forzadas a avenirse en una forma perecedera pero radiante.

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El reverso de la imagen habilita una nueva dimensión: abre otra escena. Todos los textos están bordados en punto cruz, salvo los escritos en Braille, que requieren el relieve de botones, aplicados según los códigos que vuelven legible lo invisible. El bordado atraviesa la superficie de los tejidos, instaura una contra-superficie y recalca el milimétrico espesor de los tapices, que dejan de ser puros planos para revelar el delgadísimo cuerpo que debe atravesar el hilo buscando llegar al otro lado: un espacio desplegado, encubierto por la faz visible del manto. Manto de silencio que sostiene todas las voces del mundo a través de un solo poema discontinuo, irregular en sus estrofas mil veces extranjeras [inconclusas, breves!.

En el texto que continúa por detrás se relatan quizá otras historias, que desmienten o confirman los fragmentos de esa historia imposible, narrada en todos los idiomas a través de un solo verso obstinado. La relación entre el texto y la imagen constituye una de las cuestiones más inquietantes del arte contemporáneo. Cuando la escritura asume un modo poético logra albergar en sí imágenes, lo que agrega retazos retóricos al estremecido manto, tironeado por idiomas extranjeros y figuras desiguales.

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El manto que presenta Ricardo Migliorisi "pende del cielo" dice uno de los textos del poema, traicionado y reinventado por traducciones dispares. La multiplicidad que anima el largo tejido en su osado cruce del espacio requiere un proceso de tiempos largos. El manto solar de los antiguos chamanes guaraníes, entretejido con plumas de guacamayos sobrenaturales, demandaba años de confección. El manto de Deyanira, que abrasó a Hércules hasta consumirlo, había sido urdido con lenguas de fuego durante el no-tiempo de los dioses equivalente quizá a milenios de los mortales. El tapiz de la Reina Matilde, el de Bayeux, de casi 70 metros de largo, fue bordado en el siglo XI con figuras e inscripciones a lo largo de catorce años. El manto-sudario destinado a Laertes llevó a Penélope más de diez años, entre tejidos diurnos y nocturnos destejidos.

Es que demanda un tiempo largo unir las piezas de un rompecabezas irrealizable; escribir un poema que habrá de ser transcrito, escrito y reescrito hasta convertir cada letra suya en un signo recién brotado. Es que deben pasar años para cruzar el espacio llevando figuras tan densas, tan interferidas por bordados y palabras reiteradas; así como se requieren años para impulsar un tapiz y hacerlo avanzar derramándose suavemente sobre el suelo áspero o demasiado liso de un mapa remendado.

Ticio Escobar, 4, setiembre, 2018.