Nandí Verá
Junio 2008
Zona de obras (apuntes sobre la exposición Nandí Verá)
Los arquitectos y constructores llaman zona de obras el sitio delimitado y dispuesto para la construcción. Esta marca acota una zona de operaciones, pero también levanta una escena; es decir, abre un espacio donde ocurrirán formas significativas: tanto edificación material como producción de signos, fundación de espacio habitable. Esta figura se encuentra cerca de lo que Heidegger llama Lichtung: el claro abierto para que allí acontezca algo. Esta zona debe ser obrada: depende de condiciones particulares de lugar y de tiempo, de contexto. Las instalaciones, las llamadas obras de sitio específico, construyen emplazamientos contingentes, referidos a situaciones concretas. Y para hacerlo deben demarcar el lugar, amojonar la escena. El principio es radicalmente opuesto al del aséptico cubo blanco moderno, que suspende toda interferencia del espacio envolvente para impedir la contaminación (proveniente?) de la intemperie.
Esta instalación de Osvaldo Salerno incluye obra previa: objetos, pinturas y fotografías considerables de manera autónoma, independientemente de sus entornos. Al incluir estas obras en un lugar marcado, las pone en conflicto y negociación con los accidentes del espacio, pero también las confronta entre sí a lo largo de un recorrido que, aunque breve, obliga a activar los mecanismos de la memoria (las obras ya vistas resuenan la percepción de las siguientes).
Así considerada, esta muestra conforma una propuesta de site-specific art: depende de una localización y promueve un desplazamiento del espectador dentro del espacio mostrado. En general, las piezas constituyen, como queda señalado, obras independientes -incluso una de ellas es en sí una instalación (La culpa)-, pero situadas en un diagrama de encuentros y oposiciones, ellas se ven forzadas a movilizar significaciones coyunturales, sobrepuestas a las propias. Obviamente, este diagrama desarrolla un planteamiento. El límite radical de la representación y el intento obstinado de burlarlo (la insistencia en nombrar lo innombrable), constituyen el leitmotiv de todas las obras que integran la muestra. Ante las preguntas de cómo representar lo que excede el círculo de la representación, cómo mostrar lo invisible (que está tan cerca); cómo dar una imagen al nandí verá, “lo que brilla por su ausencia”, la obra ofrece no una respuesta, pero sí varias pistas.
La obra apela a dos expedientes centrales. El uno está conformado por un sistema de citas que remiten una y otra vez a imágenes o conceptos anteriores y cancela así la posibilidad de un punto cero de origen. Cada obra se encuentra acompañada por una referencia textual o figural que aparece presentada en su materialidad de libro: el texto se convierte en objeto expuesto, en imagen inmersa de nuevo en la economía de la representación. El otro recurso, la ironía, permite dar un paso al costado y mirar, de reojo, desde afuera de la escena: intenta nombrar lo ausente mediante imágenes que lo encaren ladeadamente.
Ticio Escobar